El
santo de moda del 14 de febrero es, sin duda, san Valentín. Desde muchos días
antes de su fiesta, la publicidad de la tele y los escaparates de las tiendas
ya nos están anunciando su llegada. Y la verdad es que esta pasión por el santo
no es nueva. Seguro que muchos recuerdan a Conchita Velasco, Tony Leblanc,
Amparo Soler Leal y George Rigaud paseando sus amoríos por Madrid con la ayuda
de san Valentín, que les echa una mano para resolver sus problemas con el fútbol
y los celos en “El día de los enamorados” y “Vuelve san Valentín”.
Pero
como san Valentín es muy famoso y no necesita presentación, en Camino de
Orleans os traemos la historia de San Cirilo y San Metodio, a los que también
se celebra el 14 de febrero, para que la podáis leer con vuestros hijos y así
transmitirles un poco más de amor a la Iglesia y a los santos.
Cirilo
y Metodio eran dos hermanos súbditos del Imperio Bizantino que vivieron en el
siglo IX. Los dos siguieron trayectorias diferentes porque mientras que Cirilo
se convirtió en bibliotecario de la catedral de Santa Sofía en Constantinopla,
Metodio llegó a ser gobernador de una provincia. Sin embargo, a pesar de sus
trayectorias diferentes, Cirilo y Metodio se decantaron definitivamente por la
vida consagrada e ingresaron en un monasterio en Asia Menor en torno al año 855.
El
Imperio Bizantino era tierra de frontera: heredero del Imperio Romano,
conservaba la parte sur de la península helénica, mientras que el Norte caía en
manos de búlgaros y eslavos; en Asia, los seguidores de un carismático mercader
llamado Mahoma, que predicaba una nueva religión, les habían arrebatado Egipto,
Palestina y Siria, y amenazaban con seguir adentrándose por la península de
Anatolia. Así las cosas, los obispos cristianos de las diócesis bizantinas se
enfrentaban a un enorme reto evangelizador.
Los
dos hermanos, Cirilo y Metodio, habían adquirido fama por su vida piadosa y sus
dotes intelectuales, por lo que el obispo de Constantinopla les requirió para
adentrarse en tierra de misión y convertir al cristianismo a las gentes de
Crimea, que se debatían entre diversas propuestas: el cristianismo, el judaísmo
y el Islam, que estaba en pleno auge combinando la sencillez de sus preceptos
con la capacidad de convicción de sus cimitarras…Cirilo y Metodio aceptaron la
misión y partieron para Crimea. Allí se dieron cuenta de la dificultad enorme
que suponía transmitir la Buena Noticia a gentes que no compartían la base
cultural común que cimentaba los pueblos de Europa Occidental y e Imperio
Bizantino: el legado de Grecia Y Roma. Gracias a sus enormes dotes y a su amor
por el Evangelio, se adaptaron al idioma de los jázaros y fueron capaces de
traducir textos hebreos al idioma que éstos hablaban.
Después
de evangelizar allí de la innovadora forma en que lo hicieron, recibieron la
invitación del príncipe de Moravia que, preocupado por la falta de formación de
su pueblo, les pidió que se convirtieran en maestros capaces de acrecentar la
cultura de sus gentes. Siempre dispuestos a ayudar, los hermanos crearon un alfabeto y una gramática adaptados
a la lengua de los pueblos centroeuropeos: el cirílico. Esta solución marcó
definitivamente la apertura de los pueblos eslavos a la fe cristiana y supuso
una aportación cultural que ha marcado la Historia de Europa.
San
Cirilo y San Metodio estaban tan convencidos de la importancia de la Buena
Noticia que no dudaron en acudir a países lejanos para explicar a la gente que
Jesús ha nacido y muerto por nuestros pecados y que nos ha abierto las puertas
del Cielo. Pero su vida, además, pone de manifiesto que la Iglesia, en su
pasión por enseñar el Evangelio a los hombres de todo el mundo, ha sido un
motor imparable de civilización, progreso y cultura, con una enorme capacidad
de adaptación a las necesidades de las personas. De esta capacidad de
adaptación es prueba la facilidad con la que, gracias al ejemplo de nuestros
dos santos, se adaptó el culto cristiano a lenguas hasta el momento
desconocidas.