Camino de Orleans
lunes, 25 de noviembre de 2019
Cataluña y la Radio de las Mil Colinas
Los banyarwanda son un grupo humano que puebla la región de los Grandes Lagos del Centro de África, cuyo origen no está muy claro, pero al que se sabe que pertenecen dos grupos sociales tristemente famosos: los hutus y los tutsis de Ruanda, Congo y Burundi. Si bien hay estudios que sugieren un origen nilótico para los tutsis y uno bantú para los hutus, que los haría fácilmente distinguibles por sus aspecto físico -más esbelto en el primer caso y más corpulento en el segundo, generalizando algo burdamente- no son pocos los que indican que hutus y tutsis son, en realidad, dos estamentos distintos de un mismo grupo humano. Lo cierto es que los matrimonios entre hutus y tutsis, que a lo largo de la Historia se han producido con relativa normalidad a pesar de las diferencias sociales, han hecho que sea totalmente imposible diferenciar a simple vista a unos de otros: sólo el conocimiento de las sutilezas culturales de los Grandes Lagos que escapan del alcance de casi todos los que no son naturales de allí, permite diferenciarles.
Sin embargo, unas políticas desafortunadas durante la dominación belga y exacerbadas tras la independencia de estos países sirvió para hacer germinar un brote de violencia de los más escalofriantes, si no el peor, del último tercio del siglo XX. Uno de los factores que hizo posible el genocidio de 1994 que costó la vida a 800.000 tutsis y hutus moderados a manos de los Hutus radicales, fue la inclusión en el documento de identidad de los ruandeses la etnia a la que pertenecían, Hutu o Tutsi. Después, en mitad de una tensión social muy grande derivada de la guerra civil que enfrentaba al gobierno Hutu de Juvenal Habyarimana con el Ejército Patriótico Ruandés de Paul Kagame, Tutsi, entre el nerviosismo y el miedo provocados por el avance del EPR, el ala más dura del gobierno de Habyarimana comenzó una campaña de deshumanización de los tutsis que debía conducir a su eliminación física, a masacrarlos. Contó este ala para ello con la colaboración entusiasta de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas (RTLMC), una emisora de radio que a partir de julio de 1993 no cesó -tras conseguir hacerse popular emitiendo música de moda un breve tiempo- de emitir mensajes alienantes contra los tutsis, buscando deshumanizarles a ojos de la población hutu, refiriéndose a ellos como “cucarachas” y lindezas por el estilo. Cuando el 6 de abril de 1994 la RTLMC difundió el mensaje “cortad los árboles mas altos”, se desató una pesadilla que costó la vida a casi un millón de personas que fueron asesinadas bárbaramente a lo lardo de tres meses hasta la victoria del Ejército Patriótico Ruandés. La represalia Tutsi, por desgracia, fue terrible y se extendió a la República Democrática del Congo. Cerca de tres millones de personas, tal vez más, han muerto por culpa de esa bárbara forma de generar odio entre personas que, de no haber sido manipuladas por gobernantes infames (sin menoscabo de la responsabilidad personal de cada una de ellas en sus acciones) debían haberse respetado y ayudado como compatriotas a los que sus diferencias no tenían por qué enfrentar.
La situación de estigmatización de una parte de la sociedad que se está llevando a cabo en Cataluña, impulsada por el gobierno de esa Comunidad Autónoma y con la connivencia del gobierno de España, recuerda mucho a los meses previos al genocidio de Ruanda. La imprudente y abyecta deshumanización y el cobarde señalamiento que se practica desde las autoridades contra los catalanes no independentistas no puede conducir a nada bueno. En Cataluña se ha visto a líderes políticos llamar “bestias con forma humana” a los castellano parlantes, se le ha deseado a Inés Arrimadas que sean violada en grupo (no hay “Me too” ni “Hermana yo si te creo” para ella), se ha golpeado a jóvenes por animar a la selección nacional de fútbol hay se ha alentado una huelga insurreccional que ha generado pérdidas millonarias y puesto en peligro vidas y propiedades.
El vídeo recientemente difundido por el Ayuntamiento de Barcelona en el que se vuelve a señalar a los castellanohablantes de machistas en contraposición con un muy respetuoso catalano hablante defensor de la dignidad de las mujeres es la enésima muestra de un racismo tan inhumano y despreciable como aquel del que hizo gala la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas. TV3, el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalidad de Cataluña están siguiendo una senda que sólo lleva a la barbarie, la muerte y el colapso de la Civilización. Millares de personas, ahítas de odio y victimismo están alentando la violencia contra quienes piensan diferente mientras, acríticamente, se definen como gente de paz al tiempo que insultan a quienes jamás les hicieron nada. Carentes de un espíritu mínimamente crítico que les permita (¡al menos!) ver que una violación es siempre horrible, se la desean a quien piensa diferente. Millares de personas alienadas por unas autoridades perversas e irresponsables, se comparan con Martin Luther King sin saber que son ellos, al aplaudir esta segregación por razón de lengua, el Ku Klux Clan. Sin darse cuenta de que están a un paso de convertirse en la guerrilla Interahamwe.
martes, 19 de noviembre de 2019
Aclaraciones sobre la ideología de género
Recientemente me vi envuelto en una conversación acerca de la ideología de género a cuento de una interesante entrevista que se hacía a la Directora de Estudios de la Familia de la Universidad CEU San Pablo. La entrevista se puede encontrar en este enlace https://youtu.be/BeoPZLp6G4s.
La cuestión es que hablando con algunas personas del tema, me di cuenta de que saltaban como resortes contra lo que se decía en la entrevista -desde un respeto hacia la entrevistada muy de agradecer en estos días- con tres argumentos principales. El primero era que no comprendían como una mujer podía criticar la ideología de género, atacando así la igualdad de derechos de las mujeres. El segundo, que no entendían en qué la ideología de género atacaba a la familia “tradicional”. El tercero, avanzando en la conversación, que las mujeres debían a personas como Simone de Beauvoir la igualdad legal de derechos y cosas como el derecho al voto.
Resultaba, por lo tanto, que estas personas estaban opinando desde una ignorancia total de lo que es la ideología de género, pero aceptándola acríticamente, como consecuencia de tener profundamente asumidos presupuestos completamente falsos.
Para contribuir a arrojar un poco de luz a todo este asunto de la ideología de género, vamos a aclarar unos cuantos puntos, que pueden ser de utilidad a muchas personas:
- Primero. La ideología de género no tiene nada que ver con las mujeres y, por lo tanto, una mujer no está atacando a ninguna otra al oponerse a esta ideología. El género se consagró como concepto global y acríticamente aceptado en la IV Conferencia Mundial de la Mujer, organizada por la ONU en 1995 en Pekín. Es, eso sí, un producto del feminismo radical de los años setenta: una evolución del marxismo que sustituye la lucha de clases por la lucha de sexos y el control de los medios de producción por los mecanismos de reproducción.
- Segundo. La ideología de género se opone frontal y furiosamente a la familia, tal y como afirman abierta y públicamente sus ideólogos. Y esto es así porque la familia, con institución universalmente reconocida -con variaciones en ocasiones grandes de unas culturas a otras, como la poligamia, que es un abuso del concepto de familia- es la unión heterosexual potencialmente generadora de vida. Es una unión estable y fértil entre hombres y mujeres -idealmente uno y una- capaz de proporcionar a la sociedad nuevas personas. El reconocimiento histórico y universal de la familia ha cristalizado en su protección legal en todas las sociedades. Por lo tanto la negación de la existencia de hombres y mujeres, evidentemente atenta contra esta institución. La imposibilita, de hecho. Si no hay hombres y mujeres que establezcan familias que renuevan la sociedad a través de los hijos, no hay vínculo alguno que la sociedad deba proteger, puesto que las uniones entre iguales no merecen especial protección más allá de lo que establezcan los términos concretos del contrato privado en que se fundamenten.
- Tercero: pensar que Simone de Beauvoir es un modelo de mujer independiente o “liberada” es no tener ni idea de cómo fue la vida de Simone de Beauvoir. De Beauvoir estuvo total y humillantemente sojuzgada por Jean Paul Sartre, su amante, y también el amante de multitud de sus alumnas, a las que llevaba al filósofo como carne fresca, evitándole toda preocupación por sus responsabilidades posteriores al conducirlas después a abortar cuando era necesario. De Beauvoir fue una mujer brutalmente dependiente que no se atrevió a llamar las cosas por su nombre, aunque calificaba muy duramente a las demás mujeres, a las que consideraba una especie de híbrido entre el varón y el eunuco. Habrá quien piense que que es la dependencia infeliz y humillada de De Beauvoir mejor que la unión amorosa de una mujer con su marido, pero la realidad de la vida de las personas con quienes hablaba de todo esto, créanme, prueba que sus existencias “convencionales” son felices. De Beauvoir fue una estrella de la “gauche divine” que puso por escrito sus traumas y depravaciones para darles una pátina de respetabilidad, pero la su respetabilidad es más que cuestionable a juzgar no sólo por sus ideas sino por sus costumbres. En cuanto al voto femenino, en Francia se legalizó en 1945, cuatro años después de la publicación de “El Segundo sexo”,obra más importante de De Beauvoir y en la que curiosamente elogia la defensa que Benedicto XV hacía del derecho de las mujeres al voto, allá en 1919.
miércoles, 4 de septiembre de 2019
Lo del constitucionalismo es muy cutre
El golpe de estado protagonizado por las autoridades autonómicas catalanas hace ahora unos dos años, fracasado felizmente gracias a una masiva y ejemplar movilización de los catalanes no indeendentistas, que se negaron a permitir que se les privara de su derecho de ser catalanes y españolas, y el ejemplar respaldo del rey en un discurso sin precedentes, ha servido para que muchos de los no independentistas que aun quedan en España se agrupen para hacer frente a la amenaza de una secesión que resultaría tan injusta como suicida.
Injusta porque se trataría de una vulneración de los derechos de todos los españoles, que pertenecen a una nación con un territorio determinado de ninguna parte del cual se les puede privar, porque se basa en una mentira histórica de primer orden y porque sería una traición a las generaciones de catalanes que, hasta que la egoísta y cerril ideología del nacionalismo acampó entre algunos sectores de la población, vivieron su españolidad con orgullo y en muchos casos con heroísmo. Los nacionalistas de hoy en día están traicionando los anhelos de sus antepasados -en muchos casos de tan sólo una generación atrás- que no entendían una España en la que no se integraran naturalmente todas sus regiones.
Suicida porque no hay mas que echar una mirada mínimamente desideologizada al mundo para saber que nuestra Civilización está dando muestras de agotamiento y que lo que viene detrás es amenazador en cualquiera de los casos. La atomización de las naciones Europeas para dar lugar a una pléyade de pequeños países con poca población, escasa industria y nula capacidad de defensa sólo puede dar lugar o bien a una invasión no por pacífica menos destructiva de personas venidas de otros países para disfrutar de nuestros servicios sin asumir nuestras costumbres o a la progresiva e imparable sumisión a una economía, la China, que responde a unos postulados ideológicos que en absoluto se preocupan por los derechos fundamentales de unos individuos a los que sólo reconoce valor en tanto que son útiles para el Estado.
Sin embargo, con excepción de algunos casos particularmente heroicos que han sabido enfrentarse a esta amenaza llamando a las cosas por su nombre -entre los que hay que destacar a los remanentes del carlismo catalán, siempre españolísimo, aunque de manera incomprensible se insiste desde los medios de comunicación en tratar de identificar a los independentistas con el carlismo, cosa disparatada en términos históricos- la inmensa mayoría de los partidos políticos y asociaciones que se han opuesto al independentismo lo han hecho abrazando una pobre bandera: lo que llaman “el constitucionalismo”.
Los que tratan de defender la unidad de España autodenominándose “constitucionalistas” están asumiendo, unos inconscientemente, otros muy intencionadamente, que España, la España que vale la pena defender, no va más allá de la Constitución de 1978, que paradójicamente fue la Ley que hizo posible la exacerbación de los nacionalismos mediante la introducción de parlamentos en nada menos que diecisiete Comunidades Autónomas sin el menor valor histórico.
Sin embargo, España, la nación más antigua de Europa y -habría que juzgar China con sus particularidades- tal vez del mundo, vio su primera unificación en el III Concilio de Toledo en el año 589. Experimentó una trascendental unificación legal con el Liber Iudiciorum de Recesvinto que más tarde, con continuidad histórica, dio pie al Fuero Juzgo. A pesar de una brutal invasión que se llevó por delante la monarquía visigoda y mantuvo grandes extensiones del territorio una vez unificado bajo un dominio extranjero tanto por procedencia como por civilización, fue capaz de recuperar lo que había perdido y, manteniendo la conciencia de da nación, reconstruir la unidad perdida y descubrir y civilizar un mundo desconocido, América, del que, a pesar de las demenciales acusaciones de genocidio, se llevó la Luz de la Fe, de la Ciencia y del progreso. Muchos siglos antes de que aparecieran la mayoría de las actuales naciones, y desde luego antes de la Constitución del 78, el arte y la filosofía, el derecho y la justicia españolas fueron el motor de la Civilización. El norte de Castilla fue la cuna del parlamentarismo que se arrogan ahora los británicos, la escuela de Salamanca fue el origen del Derecho Internacional y del Derecho de Gentes, los marinos españoles trazaron las cartas que las potencias europeas utilizarían siglos después, las misiones franciscanas y jesuíticas enseñaron a los indios americanos la escritura, la agricultura, y la justicia, apartándolas del infanticidio y de los sacrificios humanos.
Mucho antes de la Constitución del 78, los españoles derrotaron a las tropas invictas de Napoleón, organizaron la primera Expedición Filantrópica de la Vacuna, pacificaron el levantisco norte de Marruecos y fueron capaces de reconciliarse tras tres guerras civiles. Antes de la Constitución del 78, los españoles derrotaron a la Unión Soviética: el monstruo que mató de hambre a los ucranianos -y cuyos herederos de nuevo quieren sojuzgar a Ucrania- el monstruo que se alió con los nazis para repartirse Polonia -hoy se tuercen las caras al oír hablar e Hitler, pero no de su socio georgiano en aquella injusticia-,el monstruo que fue responsable de los disparates de Lysenko o de la tragedia de Chernobyl por la contumacia de la ideología comunista que supedita a las personas a los objetivos del Estado -hoy no hay hoy tuitero que no haya visto Chernobyl y mostrado su escándalo por aquello-. Antes de la Constitución del 78 España había hecho cosas tan fantásticas, tan humanas, tan civilizadoras que si se conocieran, la Constitución, una ley claramente mejorable, sería tan sólo un hito menor.
Por desgracia, el desconocimiento de la Historia de España, o el complejo cerril por la misma, está llevando a que el principal argumento en defensa de la unidad sea una norma.
Frente a algo tan gris, tan falto de grandeza, que invita tan poco al entusiasmo, qué quieren que les diga, casi comprendo a los pobres ignorantes que se entusiasman disfrazándose de pollitos enjaulados para defender la causa de la República catalana a pesar de que, como dijo alguien muy sensato, “no existe, idiota”.
viernes, 29 de marzo de 2019
Arcuri y López Obrador. Entre el adanismo y la maldad.
Hace unos días el italiano Francesco Arcuri concedió una entrevista al diario El Mundo una vez que la Justicia italiana le otorgó la custodia en exclusiva de sus hijos con consecuencia el comportamiento de su mujer y madre de estos, que según parece había llegado a secuestrar a los pequeños para alejarlos de su padre. La situación parece tan desgraciada que no podemos sino compadecernos de los miembros de esa familia -y lamentar las decisiones que les han llevado hasta donde están-. El fracaso de un matrimonio acarrea un sufrimiento muy grande y marca muy negativamente las vidas de los hijos, que no pueden entender que sus padres, a los que quieren y de los que esperan que se quieran, se separen. Incluso en los casos en los que no queda más remedio que la separación, es un remedio doloroso.
En un momento de la entrevista, el Sr. Arcuri contesta lo siguiente:
P: Los tribunales le dan la razón, pero la opinión pública está en su contra.
R: Es que parece que hemos regresado a la Edad Media, cuando la Iglesia, que representaba a los ricos, te señalaba como hereje. Estabas acabado, eliminado. El mensaje es que la verdad no importa. Se ha vuelto normal y tolerable, pero causa vómitos. Afortunadamente, hay un sistema judicial que trabaja de manera independiente.
Además, se muestra decepcionado con la izquierda radical. El Sr. Arcuri dice de ellos “Entre los pocos que no se había expresado estaba Podemos, del que ingenuamente creía yo que era un grupo que luchaba contra la injusticia. Pasan 10 minutos, ni siquiera tiempo suficiente para saber cómo contactarlos, y llega su declaración contra contra mí”.
Pocos días después de esta sorprendente entrevista, el Presidente de México, un izquierdista radical, de los que Arcuri piensa que le podrían haber ayudado, se ha despachado exigiendo disculpas a España por unos supuestos excesos cometidos a partir de la llegada de Cortés a México y la afortunada derrota de los aztecas a manos de españoles, totonacas y tlaxcaltecas.
El pobre Sr. Arcuri está claramente afectado de un adanismo atroz, porque no sólo desconoce la Historia, sino la realidad del momento en el que vive: ¡esperaba apoyo de Podemos! ¡Con una condena por malos tratos en su haber!
López Obrador, por el contrario, es muy consciente del momento en el que vive: el del fracaso de un magnífico país tras dos siglos de políticas nefastas de las que él es un fiel continuador. Necesita, por tanto, encontrar a un culpable del fracaso.
El Sr. Arcuri necesita claramente que le expliquen que nadie ha hecho nunca más por los pobres que la Iglesia Católica. Habría que hable de los concilios de Letrán, en los que se garantizaba la protección a las familias de los cruzados (de la que se beneficiaban las familias más pobres), se prohibía la usura, se garantizaban períodos de tregua, la gratuidad de la administración de sacramentos, y otras muchas medidas que echan por tierra la absurda idea de una “Iglesia de ricos”. Necesita conocer las figuras de San Francisco de Asís, San José de Calasanz, San Juan Bosco, Santa Teresa de Calcuta. Y le vendría muy bien saber que los tribunales de la Inquisición destacaron por sus esfuerzos en conocer la verdad de los hechos y en evitar los linchamientos motivados por las masas moldeables. Fue la Inquisición quien puso orden en Zugarramurdi, Sr. Arcuri.
A López Obrador habría que explicarle que España, de la mano de la Iglesia, hizo más por los pobres de México y del orbe entero que ninguna otra nación o institución humana y desde luego más que las degeneradas élites criollas, que vendieron por piezas los países que usurparon. Los nombres de San Junípero Serra, fray Francisco de Aguilar, fray Francisco de Montesinos, fray Martín de Valencia, Motolinía, fray Pedro de Gante, fray Bernardino de Sahagún y muchos otros que el Sr. Arcuri desconoce y López Obrador tal vez oculte, son ejemplos imborrables de ese amor a los pobres. Esos frailes, y muchos otros, fueron pobres entre los pobres. Y lo fueron cumpliendo su vocación de servicio. Una vocación que encontraron en la misma Iglesia que les ordenó no cejar en el empeño de atraer a la Fe a cuantos indios pudieran y de defenderlos de los poderosos que les quisieran explotar.
Por si el Sr. Arcuri piensa que los frailes de México actuaban movidos de una fraternidad puramente personal, habría que explicarles que el superior de la Orden franciscana, el padre Quiñones, les animaba a trabajar por los indios “sin promesa de soldada”, es decir, de balde. Por si López Obrador cree que actuaban a espaldas de la Corona, habrá que recordarle las Leyes de Burgos, la labor De Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, la disputa de Valladolid y el crédito concedido a fray Batolomé de las Casas en sus exageradísimas denuncias de abusos, con el fin de poner fin a los mismos. Habrá que recordarle las palabras inmortales de fray Antonio de Montesinos a los españoles injustos de Santo Domingo, allá por 1511:
“¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los preceptos de caridad y de la justicia? ¿Estos no tenían sus tierras propias y sus señores y señoríos? ¿Estos hannos ofen- dido en algo? ¿La ley de Cristo, no somos obligados a predicársela y trabajar con toda diligencia de convertirlos?... Todos estáis en pecado mortal, y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”
Habría que hablarles al pobre Sr. Arcuri y a López Obrador de las reducciones jesuíticas, de los tratados de paz españoles con los mapuches y de las matanzas de mapuches cometidas por Chile y Argentina en sus “operaciones” Ocupación de la Araucanía y Conquista del Desierto. O de las matanza de charrúas en Salsipuedes, llevada a cabo por prohombres del ya independiente Uruguay en 1831. Les vendría muy bien conocer el desprecio de Bolívar por los indios.
Que el Sr. Arcuri pensara que la izquierda radical iba a preocuparse sólo por un momento de un varón acusado por su mujer de malos tratos demuestra un desconocimiento tan inverosímil de la realidad que casi mueve a lástima. Que López Obrador exija disculpas a España y la Iglesia es de una perversión tan grande que hace desear que el Virreinato de Nueva España nunca hubiera abandonado la protección de la Corona.
La única verdad, esa que al Sr. Arcuri le hubiera gustado que preocupara a la gente, es que nadie salvo la Iglesia Católica se ha preocupado nunca de la dignidad, la vida y la salvación de los pobres. Y que nunca la Iglesia encontró mejor valedor para su misión que la Monarquía Hispánica en América del Sur. La izquierda del siglo XIX acabó con eso y entregó a los indios a las garras de los caucheros, los madereros, las grandes empresas norteamericanas…La izquierda del siglo XXI, que no lo dude el Sr. Arcuri, le arrebatará a sus hijos a la menor oportunidad si con ello puede satisfacer su enfermiza visión de un mundo en el que los hombres y las mujeres son enemigos.
En un momento de la entrevista, el Sr. Arcuri contesta lo siguiente:
P: Los tribunales le dan la razón, pero la opinión pública está en su contra.
R: Es que parece que hemos regresado a la Edad Media, cuando la Iglesia, que representaba a los ricos, te señalaba como hereje. Estabas acabado, eliminado. El mensaje es que la verdad no importa. Se ha vuelto normal y tolerable, pero causa vómitos. Afortunadamente, hay un sistema judicial que trabaja de manera independiente.
Además, se muestra decepcionado con la izquierda radical. El Sr. Arcuri dice de ellos “Entre los pocos que no se había expresado estaba Podemos, del que ingenuamente creía yo que era un grupo que luchaba contra la injusticia. Pasan 10 minutos, ni siquiera tiempo suficiente para saber cómo contactarlos, y llega su declaración contra contra mí”.
Pocos días después de esta sorprendente entrevista, el Presidente de México, un izquierdista radical, de los que Arcuri piensa que le podrían haber ayudado, se ha despachado exigiendo disculpas a España por unos supuestos excesos cometidos a partir de la llegada de Cortés a México y la afortunada derrota de los aztecas a manos de españoles, totonacas y tlaxcaltecas.
El pobre Sr. Arcuri está claramente afectado de un adanismo atroz, porque no sólo desconoce la Historia, sino la realidad del momento en el que vive: ¡esperaba apoyo de Podemos! ¡Con una condena por malos tratos en su haber!
López Obrador, por el contrario, es muy consciente del momento en el que vive: el del fracaso de un magnífico país tras dos siglos de políticas nefastas de las que él es un fiel continuador. Necesita, por tanto, encontrar a un culpable del fracaso.
El Sr. Arcuri necesita claramente que le expliquen que nadie ha hecho nunca más por los pobres que la Iglesia Católica. Habría que hable de los concilios de Letrán, en los que se garantizaba la protección a las familias de los cruzados (de la que se beneficiaban las familias más pobres), se prohibía la usura, se garantizaban períodos de tregua, la gratuidad de la administración de sacramentos, y otras muchas medidas que echan por tierra la absurda idea de una “Iglesia de ricos”. Necesita conocer las figuras de San Francisco de Asís, San José de Calasanz, San Juan Bosco, Santa Teresa de Calcuta. Y le vendría muy bien saber que los tribunales de la Inquisición destacaron por sus esfuerzos en conocer la verdad de los hechos y en evitar los linchamientos motivados por las masas moldeables. Fue la Inquisición quien puso orden en Zugarramurdi, Sr. Arcuri.
A López Obrador habría que explicarle que España, de la mano de la Iglesia, hizo más por los pobres de México y del orbe entero que ninguna otra nación o institución humana y desde luego más que las degeneradas élites criollas, que vendieron por piezas los países que usurparon. Los nombres de San Junípero Serra, fray Francisco de Aguilar, fray Francisco de Montesinos, fray Martín de Valencia, Motolinía, fray Pedro de Gante, fray Bernardino de Sahagún y muchos otros que el Sr. Arcuri desconoce y López Obrador tal vez oculte, son ejemplos imborrables de ese amor a los pobres. Esos frailes, y muchos otros, fueron pobres entre los pobres. Y lo fueron cumpliendo su vocación de servicio. Una vocación que encontraron en la misma Iglesia que les ordenó no cejar en el empeño de atraer a la Fe a cuantos indios pudieran y de defenderlos de los poderosos que les quisieran explotar.
Por si el Sr. Arcuri piensa que los frailes de México actuaban movidos de una fraternidad puramente personal, habría que explicarles que el superior de la Orden franciscana, el padre Quiñones, les animaba a trabajar por los indios “sin promesa de soldada”, es decir, de balde. Por si López Obrador cree que actuaban a espaldas de la Corona, habrá que recordarle las Leyes de Burgos, la labor De Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, la disputa de Valladolid y el crédito concedido a fray Batolomé de las Casas en sus exageradísimas denuncias de abusos, con el fin de poner fin a los mismos. Habrá que recordarle las palabras inmortales de fray Antonio de Montesinos a los españoles injustos de Santo Domingo, allá por 1511:
“¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los preceptos de caridad y de la justicia? ¿Estos no tenían sus tierras propias y sus señores y señoríos? ¿Estos hannos ofen- dido en algo? ¿La ley de Cristo, no somos obligados a predicársela y trabajar con toda diligencia de convertirlos?... Todos estáis en pecado mortal, y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”
Habría que hablarles al pobre Sr. Arcuri y a López Obrador de las reducciones jesuíticas, de los tratados de paz españoles con los mapuches y de las matanzas de mapuches cometidas por Chile y Argentina en sus “operaciones” Ocupación de la Araucanía y Conquista del Desierto. O de las matanza de charrúas en Salsipuedes, llevada a cabo por prohombres del ya independiente Uruguay en 1831. Les vendría muy bien conocer el desprecio de Bolívar por los indios.
Que el Sr. Arcuri pensara que la izquierda radical iba a preocuparse sólo por un momento de un varón acusado por su mujer de malos tratos demuestra un desconocimiento tan inverosímil de la realidad que casi mueve a lástima. Que López Obrador exija disculpas a España y la Iglesia es de una perversión tan grande que hace desear que el Virreinato de Nueva España nunca hubiera abandonado la protección de la Corona.
La única verdad, esa que al Sr. Arcuri le hubiera gustado que preocupara a la gente, es que nadie salvo la Iglesia Católica se ha preocupado nunca de la dignidad, la vida y la salvación de los pobres. Y que nunca la Iglesia encontró mejor valedor para su misión que la Monarquía Hispánica en América del Sur. La izquierda del siglo XIX acabó con eso y entregó a los indios a las garras de los caucheros, los madereros, las grandes empresas norteamericanas…La izquierda del siglo XXI, que no lo dude el Sr. Arcuri, le arrebatará a sus hijos a la menor oportunidad si con ello puede satisfacer su enfermiza visión de un mundo en el que los hombres y las mujeres son enemigos.
jueves, 14 de febrero de 2019
San Cirilo y San Metodio. La vocación misionera de la Iglesia
El
santo de moda del 14 de febrero es, sin duda, san Valentín. Desde muchos días
antes de su fiesta, la publicidad de la tele y los escaparates de las tiendas
ya nos están anunciando su llegada. Y la verdad es que esta pasión por el santo
no es nueva. Seguro que muchos recuerdan a Conchita Velasco, Tony Leblanc,
Amparo Soler Leal y George Rigaud paseando sus amoríos por Madrid con la ayuda
de san Valentín, que les echa una mano para resolver sus problemas con el fútbol
y los celos en “El día de los enamorados” y “Vuelve san Valentín”.
Pero
como san Valentín es muy famoso y no necesita presentación, en Camino de
Orleans os traemos la historia de San Cirilo y San Metodio, a los que también
se celebra el 14 de febrero, para que la podáis leer con vuestros hijos y así
transmitirles un poco más de amor a la Iglesia y a los santos.
Cirilo
y Metodio eran dos hermanos súbditos del Imperio Bizantino que vivieron en el
siglo IX. Los dos siguieron trayectorias diferentes porque mientras que Cirilo
se convirtió en bibliotecario de la catedral de Santa Sofía en Constantinopla,
Metodio llegó a ser gobernador de una provincia. Sin embargo, a pesar de sus
trayectorias diferentes, Cirilo y Metodio se decantaron definitivamente por la
vida consagrada e ingresaron en un monasterio en Asia Menor en torno al año 855.
El
Imperio Bizantino era tierra de frontera: heredero del Imperio Romano,
conservaba la parte sur de la península helénica, mientras que el Norte caía en
manos de búlgaros y eslavos; en Asia, los seguidores de un carismático mercader
llamado Mahoma, que predicaba una nueva religión, les habían arrebatado Egipto,
Palestina y Siria, y amenazaban con seguir adentrándose por la península de
Anatolia. Así las cosas, los obispos cristianos de las diócesis bizantinas se
enfrentaban a un enorme reto evangelizador.
Los
dos hermanos, Cirilo y Metodio, habían adquirido fama por su vida piadosa y sus
dotes intelectuales, por lo que el obispo de Constantinopla les requirió para
adentrarse en tierra de misión y convertir al cristianismo a las gentes de
Crimea, que se debatían entre diversas propuestas: el cristianismo, el judaísmo
y el Islam, que estaba en pleno auge combinando la sencillez de sus preceptos
con la capacidad de convicción de sus cimitarras…Cirilo y Metodio aceptaron la
misión y partieron para Crimea. Allí se dieron cuenta de la dificultad enorme
que suponía transmitir la Buena Noticia a gentes que no compartían la base
cultural común que cimentaba los pueblos de Europa Occidental y e Imperio
Bizantino: el legado de Grecia Y Roma. Gracias a sus enormes dotes y a su amor
por el Evangelio, se adaptaron al idioma de los jázaros y fueron capaces de
traducir textos hebreos al idioma que éstos hablaban.
Después
de evangelizar allí de la innovadora forma en que lo hicieron, recibieron la
invitación del príncipe de Moravia que, preocupado por la falta de formación de
su pueblo, les pidió que se convirtieran en maestros capaces de acrecentar la
cultura de sus gentes. Siempre dispuestos a ayudar, los hermanos crearon un alfabeto y una gramática adaptados
a la lengua de los pueblos centroeuropeos: el cirílico. Esta solución marcó
definitivamente la apertura de los pueblos eslavos a la fe cristiana y supuso
una aportación cultural que ha marcado la Historia de Europa.
San
Cirilo y San Metodio estaban tan convencidos de la importancia de la Buena
Noticia que no dudaron en acudir a países lejanos para explicar a la gente que
Jesús ha nacido y muerto por nuestros pecados y que nos ha abierto las puertas
del Cielo. Pero su vida, además, pone de manifiesto que la Iglesia, en su
pasión por enseñar el Evangelio a los hombres de todo el mundo, ha sido un
motor imparable de civilización, progreso y cultura, con una enorme capacidad
de adaptación a las necesidades de las personas. De esta capacidad de
adaptación es prueba la facilidad con la que, gracias al ejemplo de nuestros
dos santos, se adaptó el culto cristiano a lenguas hasta el momento
desconocidas.
sábado, 3 de noviembre de 2018
Las margaritas y los cerdos.
Esta semana un individuo que trabaja como una corrosiva mezcla de periodista y humorista se sonó con la bandera de España, con el pretexto de que estaba tratando de resultar gracioso. Es posible que hubiera gente que se riera. Es difícil imaginarse a nadie riendo a mandíbula batiente por la patéticamente escasa muestra de talento que representa un hombre adulto parodiando a una niña e insultando a su patria y a sus compatriotas, pero habrá quien piense que eso tiene alguna gracia...
Es muy posible que el autor de esa deposición no sepa nada de nada. Desconoce, con seguridad que los textos de los Concilios de Toledo dejan constancia de la existencia de un reino, Hispania, bajo una autoridad eficaz y constructiva, que logró cohesionar a visigodos e hispano romanos con conciencia de ser un pueblo. Nada sabe del Liber iudiciorum ni del Fuero Juzgo. No tiene ni idea de los repetidos intentos por lograr la unificación de los reinos cristianos tras la invasión musulmana, de que Sancho III era “Hispaniarum Rex, gratia Dei”, ni que Jaime I acudió en ayuda de Alfonso X para conquistar Murcia sin pedir contrapartida alguna “per salvar Espanya”. No ha oído jamás hablar de Isidoro de Sevilla, de San Ildefonso o San Leandro, y sería incapaz de creerse que el Arcipreste de Hita se atreve a parodiar la liturgia de las horas con mucho más talento que el suyo, de pobre chistoso de La Sexta. Y tendrá, hay que ser atrevido, una mala impresión de los Reyes Católicos a los que tal vez haya conocido por una serie de televisión.
Considerará su humor adolescente el culmen del ingenio, y probablemente Lope, Quevedo y Cervantes le resultarán aburridos. No sabrá de la existencia de Sor Juana Inés de la Cruz; las obras de Emilia Pardo Bazán o Galdós se le caerán de las manos. Pensará de Velázquez, Rivera, Murillo, Gregorio Fernández o la Roldana, si los conoce, que son bodrios que deben acabar ardiendo, como en el 36. Sin embargo sonarse los mocos, ¡oh!... Sonarse los mocos sí es ingenio. Que no admite crítica; cualquier crítica del lamentable insulto a la inteligencia que constituyó el numerito de este fulano lo interpreta como un ataque a su libertad de expresión. De la patética expresión de un párvulo cuya aportación es sonarse los mocos para ridiculizar a una niña de trece años que jamás le faltó al respeto, ni nunca lo hará.
Es casi seguro que el tipo este no sabría decir nada más de la colonización y evangelización de América que que se cometió un genocidio (la evidencia clamorosa de los millones de indios que viven en América del Sur no será capaz de hacerle cuestionar ese mantra de simpleza inconcebible), pero nada sabrá de la inmensa obra de España en ese continente hermano. Nunca habrá oído hablar de Jiménez de Quesada, ni de Santa Rosa de Lima, ni de Motolinía. Las Leyes de Indias o Ginés de Sepúlveda serán realidades totalmente desconocidas para ese pobre ignaro, como lo serán los acuerdos con los mapuches, las reducciones jesuíticas o la obra colosal de Junípero Serra, llevando a los indios pames la Fe y la agricultura. Nunca oyó hablar de Balmis ni de Malaspina. En el más que improbable caso de que conozca quién fue Humboldt, las alabanzas del alemán a la obra española en América no le habrán hecho cuestionarse los cerriles lugares comunes en los que basa su opinión de España.
No habrá caído en la cuenta -los bobos solemnes nunca caen en la cuenta de nada- de que todos los pueblos representan su identidad mediante símbolos, ni de que sólo las sociedades con conciencia de sí mismas están en condiciones de aportar algo bueno a la Humanidad. De que España es una sociedad que hace más de mil años se conformó como nación y que gracias a ello ha sido uno de los principales motores de la Civilización. Y de que se identifica a sí misma mediante una bandera bajo la cual han vivido y por la cual han muerto muchas generaciones de personas mucho más válidas que él con su asombrosamente impúdico, por inmaduro, “sentido del humor”.
Este pobre diablo, carente de talento y aún más de piedad y gratitud a sus antepasados, se siente autorizado para insultar a las generaciones que le precedieron y a las personas que le rodean, y, una vez recriminado, da unas explicaciones tan carentes de madurez y valor como todo su comportamiento anterior.
Produce pasmo que alguien pueda seguir viendo a ese despojo de la “Cultura” si no es con el mismo hastío con el que se consume comida basura: la pereza, el desencanto, el no querer cocinar….el no querer amar las cosas grandes porque apreciarlas nos obliga a darnos cuenta de nuestra pequeñez. Y produce repugnancia la desfachatez de este paladín de la modernidad, que encontrará que hay algo de rebeldía en insultar, sin riego alguno y con un sueldo inalcanzable para la mayoría, a millones de personas que jamás le hicieron nada. Tan sólo crear las condiciones necesarias para que él viva su regalada vida.
Y produce pena que haya tanta gente incapaz de agradecer y admirar el increíble privilegio de ser herederos y continuadores de la inmensa obra de España en la Historia a pesar de la clamorosa evidencia de que aún hoy España sigue dando ejemplo de ser un referente mundial en aspectos tan admirables como la donación de órganos o el apoyo a los países en desarrollo. Está claro que los cerdos no son capaces de apreciar las margaritas.
Es muy posible que el autor de esa deposición no sepa nada de nada. Desconoce, con seguridad que los textos de los Concilios de Toledo dejan constancia de la existencia de un reino, Hispania, bajo una autoridad eficaz y constructiva, que logró cohesionar a visigodos e hispano romanos con conciencia de ser un pueblo. Nada sabe del Liber iudiciorum ni del Fuero Juzgo. No tiene ni idea de los repetidos intentos por lograr la unificación de los reinos cristianos tras la invasión musulmana, de que Sancho III era “Hispaniarum Rex, gratia Dei”, ni que Jaime I acudió en ayuda de Alfonso X para conquistar Murcia sin pedir contrapartida alguna “per salvar Espanya”. No ha oído jamás hablar de Isidoro de Sevilla, de San Ildefonso o San Leandro, y sería incapaz de creerse que el Arcipreste de Hita se atreve a parodiar la liturgia de las horas con mucho más talento que el suyo, de pobre chistoso de La Sexta. Y tendrá, hay que ser atrevido, una mala impresión de los Reyes Católicos a los que tal vez haya conocido por una serie de televisión.
Considerará su humor adolescente el culmen del ingenio, y probablemente Lope, Quevedo y Cervantes le resultarán aburridos. No sabrá de la existencia de Sor Juana Inés de la Cruz; las obras de Emilia Pardo Bazán o Galdós se le caerán de las manos. Pensará de Velázquez, Rivera, Murillo, Gregorio Fernández o la Roldana, si los conoce, que son bodrios que deben acabar ardiendo, como en el 36. Sin embargo sonarse los mocos, ¡oh!... Sonarse los mocos sí es ingenio. Que no admite crítica; cualquier crítica del lamentable insulto a la inteligencia que constituyó el numerito de este fulano lo interpreta como un ataque a su libertad de expresión. De la patética expresión de un párvulo cuya aportación es sonarse los mocos para ridiculizar a una niña de trece años que jamás le faltó al respeto, ni nunca lo hará.
Es casi seguro que el tipo este no sabría decir nada más de la colonización y evangelización de América que que se cometió un genocidio (la evidencia clamorosa de los millones de indios que viven en América del Sur no será capaz de hacerle cuestionar ese mantra de simpleza inconcebible), pero nada sabrá de la inmensa obra de España en ese continente hermano. Nunca habrá oído hablar de Jiménez de Quesada, ni de Santa Rosa de Lima, ni de Motolinía. Las Leyes de Indias o Ginés de Sepúlveda serán realidades totalmente desconocidas para ese pobre ignaro, como lo serán los acuerdos con los mapuches, las reducciones jesuíticas o la obra colosal de Junípero Serra, llevando a los indios pames la Fe y la agricultura. Nunca oyó hablar de Balmis ni de Malaspina. En el más que improbable caso de que conozca quién fue Humboldt, las alabanzas del alemán a la obra española en América no le habrán hecho cuestionarse los cerriles lugares comunes en los que basa su opinión de España.
No habrá caído en la cuenta -los bobos solemnes nunca caen en la cuenta de nada- de que todos los pueblos representan su identidad mediante símbolos, ni de que sólo las sociedades con conciencia de sí mismas están en condiciones de aportar algo bueno a la Humanidad. De que España es una sociedad que hace más de mil años se conformó como nación y que gracias a ello ha sido uno de los principales motores de la Civilización. Y de que se identifica a sí misma mediante una bandera bajo la cual han vivido y por la cual han muerto muchas generaciones de personas mucho más válidas que él con su asombrosamente impúdico, por inmaduro, “sentido del humor”.
Este pobre diablo, carente de talento y aún más de piedad y gratitud a sus antepasados, se siente autorizado para insultar a las generaciones que le precedieron y a las personas que le rodean, y, una vez recriminado, da unas explicaciones tan carentes de madurez y valor como todo su comportamiento anterior.
Produce pasmo que alguien pueda seguir viendo a ese despojo de la “Cultura” si no es con el mismo hastío con el que se consume comida basura: la pereza, el desencanto, el no querer cocinar….el no querer amar las cosas grandes porque apreciarlas nos obliga a darnos cuenta de nuestra pequeñez. Y produce repugnancia la desfachatez de este paladín de la modernidad, que encontrará que hay algo de rebeldía en insultar, sin riego alguno y con un sueldo inalcanzable para la mayoría, a millones de personas que jamás le hicieron nada. Tan sólo crear las condiciones necesarias para que él viva su regalada vida.
Y produce pena que haya tanta gente incapaz de agradecer y admirar el increíble privilegio de ser herederos y continuadores de la inmensa obra de España en la Historia a pesar de la clamorosa evidencia de que aún hoy España sigue dando ejemplo de ser un referente mundial en aspectos tan admirables como la donación de órganos o el apoyo a los países en desarrollo. Está claro que los cerdos no son capaces de apreciar las margaritas.
martes, 30 de octubre de 2018
La expedición Malaspina
Este mes de noviembre celebraremos una efeméride desconocida para muchos, pero que vale la pena recordar, como es el nacimiento del marino y científico español Alejandro Malaspina.
Malaspina pasará a la Historia por haber ideado, propuesto y capitaneado una expedición científica de gran envergadura que recorrió la mitad del mundo entre 1789 y 1794, yendo de una provincia a un virreinato y de allí a otra provincia sin apenas dejar de pisar suelo español o de navegar aguas españolas, y sin dejar de trabajar en cada una de las escalas. Y es que, en contra de lo generalmente aceptado por la mayor parte de los españoles de hoy en día, España tuvo siempre una gran preocupación por el desarrollo científico y cultural. No en vano había fundado en 1538 la universidad de Santo Domingo, en 1551 la de Lima y en 1555 la de México y se había granjeado la admiración del mismísimo Alexander Von Humboldt, que reconocía que España había gastado en la expansión de la cultura en sus colonias más que cualquier otra potencia europea. Tras su visita a México, afirmaba con asombro “¡Esto debe saberse en Europa! Los mineros de la Nueva España son los mejor pagados del mundo. Ellos reciben de seis a siete veces más salario por su labor que un mi euro alemán”. Con respecto a Humboldt, sin embargo, no nos resistimos a recordar que la corriente oceánica que lleva su nombre fue en realidad descrita por primera vez por un sacerdote español, el jesuita José de Acosta.
Testimonio de la preocupación española por la ciencia y la cultura (con “C”, de cultura) dan no sólo las numerosas y ya mencionadas universidades (más que razonablemente pronto ofrecidas para provecho de los indios) sino la transcripción al papel de muchas lenguas indígenas que tan sólo conocían la transmisión oral; de hecho, el primer libro impreso en el continente americano es una gramática náhuatl escrita por los misioneros franciscanos ¡en 1531!
La iniciativa que puso en marcha este poderosísimo motor cultural se complementó de manera natural, sumando la preocupación de los numerosos misioneros por el desarrollo de los indios a la inclinación científica de nuestros monarcas, entre los cuales destaque tal vez Carlos III (nefasto, sin embargo en otros ámbitos, para desgracia en primer lugar de los indios). Es decir, no se trataba de una cultura subvencionada sino naturalmente generada por la sociedad, cuyos diferentes estamentos aportaban aquello que estaba a su alcance.
La expedición Malaspina regresó a España con una enorme cantidad de material que abarcaba todos los campos del saber: la botánica, la geología, la cartografía, las observaciones astronómicas...y superó en muchos aspectos los logros alcanzados en expediciones inglesas y francesas, aunque en el imaginario colectivo el nombre de James Cook se dibuja con más nitidez que el de Alejandro Malaspina. Gran parte de la culpa la tiene la inquina de Godoy, que hizo procesar al colosal científico por su informe confidencial sobre el estado de los territorios de ultramar. Durante el juicio se perdió gran parte del material recogido en la expedición. Junto a las luces inmensas de España hay sombras que parecen recurrentes...
Sea como sea, actualmente se puede disfrutar del impulso civilizador español visitando el Jardín Botánico de Madrid o el Museo de Ciencias Naturales en la misma ciudad. Dos planes fantásticos para una mañana soleadffda del otoño en los que se puede conocer mucho de la investigación desarrollada a lo largo de la expedición Malaspina, para comerse a continuación un buen cocido en La Daniela y volver a casa queriendo un poco más a nuestra Historia y a los gigantes que la hicieron posible.
Para saber más...
Un apasionante y divertido libro sobre el desarrollo científico es “Una breve historia de casi todo”, del escritor estadounidense Bill Bryson. En cuanto al papel civilizador de España es imprescindible “Imperiofobia y Leyenda Negra” de María Elvira Roca Barea.
Mapa cortesía del blog Qué aprendemos hoy.
Malaspina pasará a la Historia por haber ideado, propuesto y capitaneado una expedición científica de gran envergadura que recorrió la mitad del mundo entre 1789 y 1794, yendo de una provincia a un virreinato y de allí a otra provincia sin apenas dejar de pisar suelo español o de navegar aguas españolas, y sin dejar de trabajar en cada una de las escalas. Y es que, en contra de lo generalmente aceptado por la mayor parte de los españoles de hoy en día, España tuvo siempre una gran preocupación por el desarrollo científico y cultural. No en vano había fundado en 1538 la universidad de Santo Domingo, en 1551 la de Lima y en 1555 la de México y se había granjeado la admiración del mismísimo Alexander Von Humboldt, que reconocía que España había gastado en la expansión de la cultura en sus colonias más que cualquier otra potencia europea. Tras su visita a México, afirmaba con asombro “¡Esto debe saberse en Europa! Los mineros de la Nueva España son los mejor pagados del mundo. Ellos reciben de seis a siete veces más salario por su labor que un mi euro alemán”. Con respecto a Humboldt, sin embargo, no nos resistimos a recordar que la corriente oceánica que lleva su nombre fue en realidad descrita por primera vez por un sacerdote español, el jesuita José de Acosta.
Testimonio de la preocupación española por la ciencia y la cultura (con “C”, de cultura) dan no sólo las numerosas y ya mencionadas universidades (más que razonablemente pronto ofrecidas para provecho de los indios) sino la transcripción al papel de muchas lenguas indígenas que tan sólo conocían la transmisión oral; de hecho, el primer libro impreso en el continente americano es una gramática náhuatl escrita por los misioneros franciscanos ¡en 1531!
La iniciativa que puso en marcha este poderosísimo motor cultural se complementó de manera natural, sumando la preocupación de los numerosos misioneros por el desarrollo de los indios a la inclinación científica de nuestros monarcas, entre los cuales destaque tal vez Carlos III (nefasto, sin embargo en otros ámbitos, para desgracia en primer lugar de los indios). Es decir, no se trataba de una cultura subvencionada sino naturalmente generada por la sociedad, cuyos diferentes estamentos aportaban aquello que estaba a su alcance.
La expedición Malaspina regresó a España con una enorme cantidad de material que abarcaba todos los campos del saber: la botánica, la geología, la cartografía, las observaciones astronómicas...y superó en muchos aspectos los logros alcanzados en expediciones inglesas y francesas, aunque en el imaginario colectivo el nombre de James Cook se dibuja con más nitidez que el de Alejandro Malaspina. Gran parte de la culpa la tiene la inquina de Godoy, que hizo procesar al colosal científico por su informe confidencial sobre el estado de los territorios de ultramar. Durante el juicio se perdió gran parte del material recogido en la expedición. Junto a las luces inmensas de España hay sombras que parecen recurrentes...
Sea como sea, actualmente se puede disfrutar del impulso civilizador español visitando el Jardín Botánico de Madrid o el Museo de Ciencias Naturales en la misma ciudad. Dos planes fantásticos para una mañana soleadffda del otoño en los que se puede conocer mucho de la investigación desarrollada a lo largo de la expedición Malaspina, para comerse a continuación un buen cocido en La Daniela y volver a casa queriendo un poco más a nuestra Historia y a los gigantes que la hicieron posible.
Para saber más...
Un apasionante y divertido libro sobre el desarrollo científico es “Una breve historia de casi todo”, del escritor estadounidense Bill Bryson. En cuanto al papel civilizador de España es imprescindible “Imperiofobia y Leyenda Negra” de María Elvira Roca Barea.
Mapa cortesía del blog Qué aprendemos hoy.
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