miércoles, 10 de enero de 2018
De hijos perdidos y madres abnegadas.
En 1998 se estrenó Salvar al soldado Ryan. En ella, Steven Spielberg contaba la epopeya de unos cuantos hombres de un Batallón Ranger de los EEUU que, nada más desembarcar en Normandía el día D, reciben la orden de penetrar en las líneas alemanas para rescatar al único superviviente de cuatro hermanos que han caído durante el desembarco. La película fue un éxito abrumador. Pero lo cierto es que James Francis Ryan nunca existió, y el tan inspirador Capitán Miller no dejó a orillas del río Merderet su último aliento ni su anhelo de reencontrarse con su mujer. ¿Y nos hemos quedado, entonces, sin héroes? En absoluto; aquí van unos cuantos:
Alleta Abel se casó en 1914 en la iglesia católica de San José, en Iowa, con Thomas F. Sullivan. Descendientes de irlandeses, estaban perfectamente integrados en la sociedad americana y formaron una típica familia de clase media a la que la depresión golpeó duramente en los años treinta, como a muchas típicas familias de clase media. No todos sus siete hijos pudieron acabar sus estudios. Sin embargo, Alleta educó a todos ellos en el amor a la familia, al trabajo y a su país, y convirtió su familia en una roca. Así que cuando Japón bombardeó Pearl Harbor en 1941, los cinco hijos varones insistieron en alistarse en el mismo buque de la Navy, el USS Juno. La Sole Survivor Policy, que impedía que todos los miembros de una familia combatieran reunidos para limitar el peligro de que todos cayeran, aún no estaba en vigor. El Juno operaba en el Pacífico y participó en la batalla de Guadalcanal.
Alleta no fue tan afortunada como la madre del soldado Ryan: dos torpedos japoneses hicieron blanco en el buque en que combatían sus hijos. Ninguno sobrevivió. En noviembre de 1942 se los tragó el mar, pero ella vivió con la incertidumbre hasta que se decidió a escribir al presidente Roosevelt en febrero de 1943. Roosevelt le confirmó la muerte de sus hijos y le agradeció su sacrificio; un sacrificio realmente difícil de imaginar.
A pesar de su desgracia, Alleta se mantuvo firme y sirvió como ejemplo en la retaguardia visitando astilleros e industrias y ayudando a mantener la fe en la victoria a tantas madres necesitadas de apoyo o de consuelo. Amadrinó la botadura del USS Tawasa y del USS The Sullivans, primer buque de la Marina norteamericana cuyo nombre pertenece a más de una persona, y que fue bautizado así en honor a sus hijos.
La abnegación, la generosidad y el sacrificio de los Sullivan procedía de una vida familiar y unos ideales de los que Alleta sabía mucho más que Franklin Delano. Por eso todos los pueblos, independientemente de la ideología de sus líderes, tienen sus héroes. Porque la familia es, y seguirá siendo, una roca indestructible cuando pone el foco en el amor a todos sus miembros.
Para saber más...
Son interesantes las historias de los hermanos Niland (que inspiraron la historia rodada por Splielberg), García Noblejas y Von Blücher.
Para los apasionados de los barcos de guerra, Espasa Calpe pública unos fantásticos manuales de Gino Galuppini sobre portaaviones, acorazados y cruceros.
El papa Pío XII envió junto con su pésame, un rosario y una medalla a Alleta Sullivan.
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