Recientemente me vi envuelto en una conversación acerca de la ideología de género a cuento de una interesante entrevista que se hacía a la Directora de Estudios de la Familia de la Universidad CEU San Pablo. La entrevista se puede encontrar en este enlace https://youtu.be/BeoPZLp6G4s.
La cuestión es que hablando con algunas personas del tema, me di cuenta de que saltaban como resortes contra lo que se decía en la entrevista -desde un respeto hacia la entrevistada muy de agradecer en estos días- con tres argumentos principales. El primero era que no comprendían como una mujer podía criticar la ideología de género, atacando así la igualdad de derechos de las mujeres. El segundo, que no entendían en qué la ideología de género atacaba a la familia “tradicional”. El tercero, avanzando en la conversación, que las mujeres debían a personas como Simone de Beauvoir la igualdad legal de derechos y cosas como el derecho al voto.
Resultaba, por lo tanto, que estas personas estaban opinando desde una ignorancia total de lo que es la ideología de género, pero aceptándola acríticamente, como consecuencia de tener profundamente asumidos presupuestos completamente falsos.
Para contribuir a arrojar un poco de luz a todo este asunto de la ideología de género, vamos a aclarar unos cuantos puntos, que pueden ser de utilidad a muchas personas:
- Primero. La ideología de género no tiene nada que ver con las mujeres y, por lo tanto, una mujer no está atacando a ninguna otra al oponerse a esta ideología. El género se consagró como concepto global y acríticamente aceptado en la IV Conferencia Mundial de la Mujer, organizada por la ONU en 1995 en Pekín. Es, eso sí, un producto del feminismo radical de los años setenta: una evolución del marxismo que sustituye la lucha de clases por la lucha de sexos y el control de los medios de producción por los mecanismos de reproducción.
- Segundo. La ideología de género se opone frontal y furiosamente a la familia, tal y como afirman abierta y públicamente sus ideólogos. Y esto es así porque la familia, con institución universalmente reconocida -con variaciones en ocasiones grandes de unas culturas a otras, como la poligamia, que es un abuso del concepto de familia- es la unión heterosexual potencialmente generadora de vida. Es una unión estable y fértil entre hombres y mujeres -idealmente uno y una- capaz de proporcionar a la sociedad nuevas personas. El reconocimiento histórico y universal de la familia ha cristalizado en su protección legal en todas las sociedades. Por lo tanto la negación de la existencia de hombres y mujeres, evidentemente atenta contra esta institución. La imposibilita, de hecho. Si no hay hombres y mujeres que establezcan familias que renuevan la sociedad a través de los hijos, no hay vínculo alguno que la sociedad deba proteger, puesto que las uniones entre iguales no merecen especial protección más allá de lo que establezcan los términos concretos del contrato privado en que se fundamenten.
- Tercero: pensar que Simone de Beauvoir es un modelo de mujer independiente o “liberada” es no tener ni idea de cómo fue la vida de Simone de Beauvoir. De Beauvoir estuvo total y humillantemente sojuzgada por Jean Paul Sartre, su amante, y también el amante de multitud de sus alumnas, a las que llevaba al filósofo como carne fresca, evitándole toda preocupación por sus responsabilidades posteriores al conducirlas después a abortar cuando era necesario. De Beauvoir fue una mujer brutalmente dependiente que no se atrevió a llamar las cosas por su nombre, aunque calificaba muy duramente a las demás mujeres, a las que consideraba una especie de híbrido entre el varón y el eunuco. Habrá quien piense que que es la dependencia infeliz y humillada de De Beauvoir mejor que la unión amorosa de una mujer con su marido, pero la realidad de la vida de las personas con quienes hablaba de todo esto, créanme, prueba que sus existencias “convencionales” son felices. De Beauvoir fue una estrella de la “gauche divine” que puso por escrito sus traumas y depravaciones para darles una pátina de respetabilidad, pero la su respetabilidad es más que cuestionable a juzgar no sólo por sus ideas sino por sus costumbres. En cuanto al voto femenino, en Francia se legalizó en 1945, cuatro años después de la publicación de “El Segundo sexo”,obra más importante de De Beauvoir y en la que curiosamente elogia la defensa que Benedicto XV hacía del derecho de las mujeres al voto, allá en 1919.
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