domingo, 12 de enero de 2025

El Bautismo de Cristo: El Fin de la Navidad.

Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Aunque siempre nos pasa desapercibido, porque las luces que han estado las últimas semanas adornando nuestras calles se apagaron el día de Reyes, es hoy cuando se termina el tiempo de Navidad. 

 

¿Por qué Jesús, que es el Hijo de Dios, se quiso hacer bautizar por su primo Juan? ¿Somos capaces de comprender la profundidad de este hecho? ¿Qué les explicaremos a nuestros pequeños cuando nos lo pregunten? –¡terrible manía de los hijos de dejarnos fuera de juego con sus preguntas!-


Podemos contestarles que Jesús, aun siendo Dios, se quiso hacer pequeñito como nosotros y cumplir con el signo que Juan estaba llevado a cabo en el Jordán al bautizar –sumergir en agua- a aquellos que querían que se perdonaran sus faltas. Así, transformó ese signo, bautizar con agua, en un Sacramento, sumando al agua del río el Espíritu Santo que perdona de verdad, no sólo como un símbolo, nuestro pecado original y nos convierte en hijos de Dios. 


Y podemos respondernos a nosotros mismos que Dios mismo, en la Segunda Persona de la Trinidad, sin necesitarlo -no precisaba la adopción del Padre ni el perdón de ningún pecado-, quiso cumplir con el bautismo de Juan para dejarnos claras algunas cuestiones, la más importante de las cuales es, probablemente que es imprescindible el bautismo para transformarse en hijos de Dios; o, dicho de otra forma, que fuera de la Iglesia no hay salvación. Hasta donde llega la misericordia de Dios al suplir el acto formal del Bautismo para adoptar a quienes no han tenido ocasión de ser recibidos sacramentalmente en el seno de la Iglesia es un debate complejo, aunque esperanzador. 

 

Es decir: Jesús nos enseña hoy que el auténtico camino para ser adoptados como hijos  por Dios, es bautizarnos. Y que el bautismo limpia esa mancha terrible que es el pecado original, que marca a lo largo de toda nuestra vida nuestra dificultad para ser buenos. El bautismo nos abre las puertas del Cielo. 

 

Al hacernos hijos de la Iglesia, que es la esposa de Cristo, el Bautismo nos integra en una familia inmensa que formamos todos los bautizados del mundo y también todos los que ya están en el Cielo y los que, en el purgatorio, están más o menos a punto de llegar.  

 

Esa familia está actualmente sitiada por la modernidad, deseosa de acabar con la Iglesia mediante el fomento de estilos de vida inhumanos, el fomento de desprecios continuados pagados por gobiernos y corporaciones y legislaciones hostiles -en nuestro entorno- o mediante persecución directa -en tantos países desde China hasta Nicaragua pasando por Nigeria y otros-.


Hoy es un buen día para agradecer el don del Bautismo, valorarlo y comprometernos a defender activamente a nuestra familia -la comunidad de los bautizados- y nuestra madre -la Iglesia- mediante la profesión pública de nuestra fe y estilo de vida.




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