martes, 24 de abril de 2018

Alfie Evans o la esperanza de Europa

Mientras escribo este post la madre de Alfie lo tendrá en brazos atendiendo a su respiración agitada. Una hora, dos, diez, un día sin apartar la mirada de su pecho diminuto que se pelea por aferrarse a la vida mientras unos engreídos jueces y unos médicos renegados repiten una y otra vez que Alfie no tiene derecho a vivir.

¿Qué enferma sociedad, perdida en sus contradicciones, podrida en sus ansias de placer, aterrada ante su incapacidad de luchar con el sufrimiento y sobreponerse a él, de aceptar su poder redentor, es capaz de escandalizarse ante la posibilidad de condenar a muerte a un asesino, pero insiste hasta implicar a sus instituciones para lograr la muerte de un niño inocente? Los mismos jueces que torcerían su mohíno gesto bajo sus pelucas blancas si alguien les sugiriera condenar a muerte a los asesinos del IRA (aunque les ametrallen en Gibraltar) miran con cara de superioridad a los padres de Alfie, a los que rezan en la puerta del hospital, a la tripulación del avión italiano que espera poder rescatarle en el último momento. ¿Cómo es posible semejante disonancia, una falta de racionalidad com esa, una injusticia que atenta tan directamente con lo que un juez debería hacer?

¿Cómo, después de esto, podremos negar que es el Estado quien decide qué vidas son dignas de ser vividas, por más que queramos mirar para otro lado deseándo que nuestro hijo no sea el siguente?

Esos jueces inicuos, tan seguros de sí mismos no han reparado en que, si la vida no es en sí misma digna de ser vivida, si no es un bien intocable, un derecho sagrado, cualquiera puede erigirse en decisor y establecer los límites. ¿Qué nos hace entonces ser merecedores de vivir? ¿En qué quedamos cuando se apagan las luces? Nuestro mal aliento, nuestra escasa simpaía, nuestros dientes desgastados, nuestros miedos, nuestros traumas, nuestras mentiras inconfesables... ¿No nos hacen despreciables a los ojos de quienes son más hermosos, más atléticos, más seguros de sí mismos, más inteligentes, más jóvenes que nosostros...? ¿Valemos lo bastante como para que el Estado pague por nuestro tratamiento? Qué idiotez... Claro que no. Que nadie se engañe. Si Alfie muere porque lo decide un juez, no hay esperanza. Apenas la de un loco...

La literatura, el cine están llenos de distopías que nos avisaban de este momento: Ender, Un mundo feliz, Gattaca.... Pero nadie lee, nadie piensa, nadie se cuestiona. Mientras Alfie agoniza en manos de su madre, Europa irá al gimnasio, se operará para alisar su piel, comprará unos calcetines llamativos, tratará de no parecer la vieja Europa que se habría batido por la vida de Alfie.