jueves, 14 de febrero de 2019

San Cirilo y San Metodio. La vocación misionera de la Iglesia


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El santo de moda del 14 de febrero es, sin duda, san Valentín. Desde muchos días antes de su fiesta, la publicidad de la tele y los escaparates de las tiendas ya nos están anunciando su llegada. Y la verdad es que esta pasión por el santo no es nueva. Seguro que muchos recuerdan a Conchita Velasco, Tony Leblanc, Amparo Soler Leal y George Rigaud paseando sus amoríos por Madrid con la ayuda de san Valentín, que les echa una mano para resolver sus problemas con el fútbol y los celos en “El día de los enamorados” y “Vuelve san Valentín”.
Pero como san Valentín es muy famoso y no necesita presentación, en Camino de Orleans os traemos la historia de San Cirilo y San Metodio, a los que también se celebra el 14 de febrero, para que la podáis leer con vuestros hijos y así transmitirles un poco más de amor a la Iglesia y a los santos.
Cirilo y Metodio eran dos hermanos súbditos del Imperio Bizantino que vivieron en el siglo IX. Los dos siguieron trayectorias diferentes porque mientras que Cirilo se convirtió en bibliotecario de la catedral de Santa Sofía en Constantinopla, Metodio llegó a ser gobernador de una provincia. Sin embargo, a pesar de sus trayectorias diferentes, Cirilo y Metodio se decantaron definitivamente por la vida consagrada e ingresaron en un monasterio en Asia Menor en torno al año 855.
El Imperio Bizantino era tierra de frontera: heredero del Imperio Romano, conservaba la parte sur de la península helénica, mientras que el Norte caía en manos de búlgaros y eslavos; en Asia, los seguidores de un carismático mercader llamado Mahoma, que predicaba una nueva religión, les habían arrebatado Egipto, Palestina y Siria, y amenazaban con seguir adentrándose por la península de Anatolia. Así las cosas, los obispos cristianos de las diócesis bizantinas se enfrentaban a un enorme reto evangelizador.
Los dos hermanos, Cirilo y Metodio, habían adquirido fama por su vida piadosa y sus dotes intelectuales, por lo que el obispo de Constantinopla les requirió para adentrarse en tierra de misión y convertir al cristianismo a las gentes de Crimea, que se debatían entre diversas propuestas: el cristianismo, el judaísmo y el Islam, que estaba en pleno auge combinando la sencillez de sus preceptos con la capacidad de convicción de sus cimitarras…Cirilo y Metodio aceptaron la misión y partieron para Crimea. Allí se dieron cuenta de la dificultad enorme que suponía transmitir la Buena Noticia a gentes que no compartían la base cultural común que cimentaba los pueblos de Europa Occidental y e Imperio Bizantino: el legado de Grecia Y Roma. Gracias a sus enormes dotes y a su amor por el Evangelio, se adaptaron al idioma de los jázaros y fueron capaces de traducir textos hebreos al idioma que éstos hablaban.
Después de evangelizar allí de la innovadora forma en que lo hicieron, recibieron la invitación del príncipe de Moravia que, preocupado por la falta de formación de su pueblo, les pidió que se convirtieran en maestros capaces de acrecentar la cultura de sus gentes. Siempre dispuestos a ayudar, los hermanos  crearon un alfabeto y una gramática adaptados a la lengua de los pueblos centroeuropeos: el cirílico. Esta solución marcó definitivamente la apertura de los pueblos eslavos a la fe cristiana y supuso una aportación cultural que ha marcado la Historia de Europa.
San Cirilo y San Metodio estaban tan convencidos de la importancia de la Buena Noticia que no dudaron en acudir a países lejanos para explicar a la gente que Jesús ha nacido y muerto por nuestros pecados y que nos ha abierto las puertas del Cielo. Pero su vida, además, pone de manifiesto que la Iglesia, en su pasión por enseñar el Evangelio a los hombres de todo el mundo, ha sido un motor imparable de civilización, progreso y cultura, con una enorme capacidad de adaptación a las necesidades de las personas. De esta capacidad de adaptación es prueba la facilidad con la que, gracias al ejemplo de nuestros dos santos, se adaptó el culto cristiano a lenguas hasta el momento desconocidas.