En un momento de la entrevista, el Sr. Arcuri contesta lo siguiente:
P: Los tribunales le dan la razón, pero la opinión pública está en su contra.
R: Es que parece que hemos regresado a la Edad Media, cuando la Iglesia, que representaba a los ricos, te señalaba como hereje. Estabas acabado, eliminado. El mensaje es que la verdad no importa. Se ha vuelto normal y tolerable, pero causa vómitos. Afortunadamente, hay un sistema judicial que trabaja de manera independiente.
Además, se muestra decepcionado con la izquierda radical. El Sr. Arcuri dice de ellos “Entre los pocos que no se había expresado estaba Podemos, del que ingenuamente creía yo que era un grupo que luchaba contra la injusticia. Pasan 10 minutos, ni siquiera tiempo suficiente para saber cómo contactarlos, y llega su declaración contra contra mí”.
Pocos días después de esta sorprendente entrevista, el Presidente de México, un izquierdista radical, de los que Arcuri piensa que le podrían haber ayudado, se ha despachado exigiendo disculpas a España por unos supuestos excesos cometidos a partir de la llegada de Cortés a México y la afortunada derrota de los aztecas a manos de españoles, totonacas y tlaxcaltecas.
El pobre Sr. Arcuri está claramente afectado de un adanismo atroz, porque no sólo desconoce la Historia, sino la realidad del momento en el que vive: ¡esperaba apoyo de Podemos! ¡Con una condena por malos tratos en su haber!
López Obrador, por el contrario, es muy consciente del momento en el que vive: el del fracaso de un magnífico país tras dos siglos de políticas nefastas de las que él es un fiel continuador. Necesita, por tanto, encontrar a un culpable del fracaso.
El Sr. Arcuri necesita claramente que le expliquen que nadie ha hecho nunca más por los pobres que la Iglesia Católica. Habría que hable de los concilios de Letrán, en los que se garantizaba la protección a las familias de los cruzados (de la que se beneficiaban las familias más pobres), se prohibía la usura, se garantizaban períodos de tregua, la gratuidad de la administración de sacramentos, y otras muchas medidas que echan por tierra la absurda idea de una “Iglesia de ricos”. Necesita conocer las figuras de San Francisco de Asís, San José de Calasanz, San Juan Bosco, Santa Teresa de Calcuta. Y le vendría muy bien saber que los tribunales de la Inquisición destacaron por sus esfuerzos en conocer la verdad de los hechos y en evitar los linchamientos motivados por las masas moldeables. Fue la Inquisición quien puso orden en Zugarramurdi, Sr. Arcuri.
A López Obrador habría que explicarle que España, de la mano de la Iglesia, hizo más por los pobres de México y del orbe entero que ninguna otra nación o institución humana y desde luego más que las degeneradas élites criollas, que vendieron por piezas los países que usurparon. Los nombres de San Junípero Serra, fray Francisco de Aguilar, fray Francisco de Montesinos, fray Martín de Valencia, Motolinía, fray Pedro de Gante, fray Bernardino de Sahagún y muchos otros que el Sr. Arcuri desconoce y López Obrador tal vez oculte, son ejemplos imborrables de ese amor a los pobres. Esos frailes, y muchos otros, fueron pobres entre los pobres. Y lo fueron cumpliendo su vocación de servicio. Una vocación que encontraron en la misma Iglesia que les ordenó no cejar en el empeño de atraer a la Fe a cuantos indios pudieran y de defenderlos de los poderosos que les quisieran explotar.
Por si el Sr. Arcuri piensa que los frailes de México actuaban movidos de una fraternidad puramente personal, habría que explicarles que el superior de la Orden franciscana, el padre Quiñones, les animaba a trabajar por los indios “sin promesa de soldada”, es decir, de balde. Por si López Obrador cree que actuaban a espaldas de la Corona, habrá que recordarle las Leyes de Burgos, la labor De Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, la disputa de Valladolid y el crédito concedido a fray Batolomé de las Casas en sus exageradísimas denuncias de abusos, con el fin de poner fin a los mismos. Habrá que recordarle las palabras inmortales de fray Antonio de Montesinos a los españoles injustos de Santo Domingo, allá por 1511:
“¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los preceptos de caridad y de la justicia? ¿Estos no tenían sus tierras propias y sus señores y señoríos? ¿Estos hannos ofen- dido en algo? ¿La ley de Cristo, no somos obligados a predicársela y trabajar con toda diligencia de convertirlos?... Todos estáis en pecado mortal, y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”
Habría que hablarles al pobre Sr. Arcuri y a López Obrador de las reducciones jesuíticas, de los tratados de paz españoles con los mapuches y de las matanzas de mapuches cometidas por Chile y Argentina en sus “operaciones” Ocupación de la Araucanía y Conquista del Desierto. O de las matanza de charrúas en Salsipuedes, llevada a cabo por prohombres del ya independiente Uruguay en 1831. Les vendría muy bien conocer el desprecio de Bolívar por los indios.
Que el Sr. Arcuri pensara que la izquierda radical iba a preocuparse sólo por un momento de un varón acusado por su mujer de malos tratos demuestra un desconocimiento tan inverosímil de la realidad que casi mueve a lástima. Que López Obrador exija disculpas a España y la Iglesia es de una perversión tan grande que hace desear que el Virreinato de Nueva España nunca hubiera abandonado la protección de la Corona.
La única verdad, esa que al Sr. Arcuri le hubiera gustado que preocupara a la gente, es que nadie salvo la Iglesia Católica se ha preocupado nunca de la dignidad, la vida y la salvación de los pobres. Y que nunca la Iglesia encontró mejor valedor para su misión que la Monarquía Hispánica en América del Sur. La izquierda del siglo XIX acabó con eso y entregó a los indios a las garras de los caucheros, los madereros, las grandes empresas norteamericanas…La izquierda del siglo XXI, que no lo dude el Sr. Arcuri, le arrebatará a sus hijos a la menor oportunidad si con ello puede satisfacer su enfermiza visión de un mundo en el que los hombres y las mujeres son enemigos.