El 2 de marzo de 1810 nació en Carpineto Romano, en lo que entonces eran los Estados Pontificios, Vicenzo Gioacchino Raffaele Luigi Pecci, que pasaría a la Historia por el nombre que eligió cuando fue proclamado Sumo Pontífice de la Iglesia Católica: León XIII.
León XIII fue proclamado Papa en 1878: una época convulsa en todo el mundo y, por supuesto, en Europa. Hacía menos de un siglo que la Revolución Francesa había supuesto una persecución radical contra la religión católica -los católicos que se resistieron a la imposición de la fraternidad fueron masacrados en la Vendée en lo que muchos autores consideran un genocidio-; en muchos países la Revolución Industrial había arrasado los sistemas tradicionales de producción y las economías gremiales sin plantear soluciones alternativas; impulsados por la moral calvinista -aunque no sólo- los sistemas económicos propuestos por Smith, Ricardo, Malthus...desembocaban inevitablemente, al no haberse desarrollado mecanismos de regulación adecuados, en el embrutecimiento de las clases trabajadoras que, habiendo abandonado el campo para trabajar en las fábricas -y habiendo perdido así su vinculación cultural y social- sólo tenían su fuerza para intercambiarla, como la fuerza de un caballo, por jornales tanto más miserables cuantos más individuos estaban en su situación.
Percibiendo los males de estos sitemas, pero careciendo de una visión sobrenatural que dignificara a cada individuo, Marx había publicado en1867 -en algunos aspectos tras la estela de Ricardo- El Capital. Su filosofía se rebelaría tan inhumana como los extremos del capitalismo. Al supeditar a las individuos al Estado, que acapara la propiedad de los medios de producción, les arrebataba, con su derecho a la propiedad privada, su única herramienta para defenderese de los abusos del poder: un individuo que no posee nada sólo puede esperar que el Estado le provea de todo. En una situación tan total de dependencia puede que la persona no sea pobre -la verdad es que ni esto se ha conseguido a gran escala en ningún país comunista- pero sin duda no será libre.
León XIII pasará a la Historia, entre otras cosas, porque abordó el problema de la Justicia Social con fuerza y claridad y publicó una encíclica, Rerum Novarum, que propuso un camino alternativo al capitalismo alienante y al socialismo esclavizante. Su encíclica denunciaba los terribles excesos cometidos por los empresarios contra los trabajadores -excesos en muchos casos intolerables, realmente, y que están en la base de la identificación casi intuitiva de una gran parte de la población de "propietario de capital" y "opresor". En su momento, en muchos casos, esa identificación estaba justificada.
Rerum Novarum defendía asimismo el derecho a la propiedad privada como un derecho fundamental de la persona. Y es una defensa que tiene mucha lógica: quien sea capaz de mantener a su familia sin depender inexcusablemnente de un patrón o de un Estado, podrá defenderse de ambos en caso de que cometan una injusticia contra él y los suyos, y no así quien tan sólo reciba un jornal de hambre o deba fiarlo todo a que el Estado considere que es un ciudadano ejemplar (lo cual en algunos casos, como Solzenytsin nos enseñó, ni siquiera era garantía de sobrevivir).
La encíclica de León XIII establecía las bases de la acción social y política de los individuos en un mundo cuyas élites habían dado definitivamente la espalda a la religión, y especialmente a la católica -la católica monarquía piamontesa había sido poco antes la responsable de la caída de los Estados Pontificios-, y cuyas bases sociales estaban enfrentándose desvalidas a unas transformaciones traumáticas sin un orden moral que las protegiera.
Probablemente la oposición frontal de estas élites a la Iglesia Católica -en España la desamortización y otras medidas, en Alemania la Kulturkampf, en Gran Bretaña las leyes contra los católicos- hicieron que las medias propuestas por la Iglesia, que fueron crsitalizando mediante desarrollo posterior en la Doctrina Social, fueran pasadas por alto. Quizás por eso poca gente conoce hoy en día que existe una teoría económica, el Distributismo, que merece ser tenida en cuenta por cuanto persigue simultáneamente la defensa de un orden moral justo, un desarrollo económico eficaz y una garantía de seguridad económica para los trabajadores. Pruebas fehacientes de que la Doctrina Social funcionan son iniciativas que, en el momento de su creación, se basaron en ella y que, durante décadas han sido económicamente pujantes: un caso palmario -en los principios que inspiraron su forma de funcionamiento- es la corporacioón Mondragón fundada por el sacerdote vasco José María Arizmendiarrieta, actualmente en proceso de beatificación.
Una parte muy considerable de los que sienten animadversión por la Iglesia Católica la sienten en realidad por lo que ellos creen que es la Iglesia Católica. Rerum Novarum fue un hito de importancia colosal, pero antes que Rerum Novarum, estaba San Juan Bosco atendiendo a niños pobres, y antes San José de Calasanz, y San Pedro Claver, y San Martín de Porres, y Santo Toribio de Mogroviejo, y San Francisco de Asís,, y Sant Brígida, y tantos otros. La Iglesia Católica siempre ha tenido una opción preferencial por los pobres. Tan sólo hay que liberarse de prejuicios y sumergirse en la Historia para comprobarlo.
Desde Camino de Orleans os animamos a hacerlo.
Para saber más...
Las encíclicas con el Magisterio de la Iglesia están fácilmente accesibles en vatican.va
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