domingo, 18 de febrero de 2018

La hipocresía ante el Síndrome de Down



Hace pocos días asistíamos con rabia a la expulsión de una charla de carácter comercial de Julia, una mujer con síndrome de Down que, acompañando a sus hermanas, iba a asistir a la charla en un hotel de Motilla del Palancar. El hecho es lamentable, por cuanto se hizo mucho daño a una persona tan digna de amor y respeto como cualquier otra. O tal vez más, por sus especiales circunstancias de indefensión y vulnerabilidad.
Pero desde Camino de Orleans queremos hacer alguna reflexión más, sin cargar las tintas contra la empresa que quería publicitarse mediante la charla –probablemente del todo inocente, por cuanto inconsciente de que ese hecho se iba a producir- ni contra el hotel, sino contra la degeneración de nuestra sociedad. La sociedad del bienestar inmenso en la que vivimos –nunca en la historia se ha disfrutado de los servicios de los que disfrutamos en la actualidad- encierra en su propia comodidad el peligro de construir en nosotros una mentalidad como la del comercial que tomó la penosa decisión de negar el acceso a Julia a su charla por el mero hecho de tener trisomía del 21. Para no asustar a los demás, decía el comercial. Puede construir en nosotros una mentalidad que percibe a un enfermo – ¡ni  siquiera contagioso!- como alguien que da miedo. Y que el protegerse de ese miedo sea justificación suficiente para ofender, despreciar, expulsar al necesitado. Es el mundo al revés.
La lamentable actuación del comercial fue denostada públicamente en las redes sociales por algunos políticos españoles. Los mismos que llevan a gala defender –imponer, en realidad- la ley del aborto como un supuesto derecho de las mujeres.
Tal vez algunos de nuestros lectores no sepan que en España rige un procedimiento según el cual en la semana 12 del embarazo a los fetos se les somete a una serie de pruebas para detectar posibles anomalías genéticas contra las que, a día de hoy, la medicina no sabe actuar. Una de esas anomalías es la trisomía del cromosoma 21: el Síndrome de Down.
Pues bien: la realidad de España es que está en vigor, gracias a los políticos que tanto aparentaban lamentar el incidente de Motilla de Palancar, una espeluznante ley según la cual la simple probabilidad de que el feto tenga trisomía del 21 es motivo suficiente para acabar con su vida. Es decir: Los mismos políticos que ahora aprovechan la desgarradora fotografía de Julia llorando para mostrar su supuesta humanidad, maniobran incansablemente para que las mujeres embarazadas aborten a sus hijos por el simple hecho de tener Síndrome de Down. A los padres de Julia en el tercer mes de embarazo esos políticos les habrían puesto una cara de displicente superioridad y les habrían animado a matar a Julia. Si fuera por ellos, Julia no existiría: habría muerto descuartizada en el seno de su madre.
Nuestra anestesiada sociedad no soporta a los diferentes, a los feos, a los obesos. No soporta a los que tienen tres cromosomas, a los que no alcanzan el nivel de “respetable perfección” impuesto por los cánones actuales, musculados, depilados, hípersexualizados, sin arrugas ni imperfecciones. Los que usan gafas, los que no han tenido dinero para hacerse una ortodoncia, los que tienen una malformación del tipo que sea lo tienen muy difícil… El resto, los que somos aceptablemente perfectos y felices en apariencia –y lo compartimos sin cesar en nuestros perfiles de las redes sociales- nos podemos asustar si nos vemos obligados a permanecer en la misma sala que uno de ellos. El comercial de la empresa de salud pensaba así. Su mente –probablemente poco aguda- ya ha sucumbido al veneno  de nuestra época.
Es sorprendente que la multitud de obras que han advertido sobre el desprecio al diferente y el peligro de la eugenesia -en literatura “Un mundo feliz”, en cine “Gattaca” “Cuando el destino nos alcance”, “La fuga de Logan” o “Los sustitutos” por poner algunos ejemplos- no hagan que la sociedad comience a despertar de la tiranía que se aproxima. ¿El comercial de la despreciable actuación será consciente de que varios millones de personas en el mundo son más brillantes, más guapas, más sanas y más inteligentes que él mismo y que, con su mismo criterio, podrían decidir mañana que él puede generar aversión en los que son más atractivos? ¿De que si no se concede a la vida un valor absoluto el hecho de ser moreno, o rubio, o ir a medir menos de una estatura determinada o ser mujer –cosa que ya ocurre en países como la India y China donde cientos de miles de niñas son abortadas sólo por no haber sido concebidas varones- puede ser esgrimido como justificación para matar?
En Camino de Orleans pensamos que cada vida importa, y que nuestra existencia individual cobra valor en la medida en que la volcamos en servir y proteger a los demás: a los pequeños, a los necesitados.  Especialmente a ellos. Y en ese aspecto los políticos de nuestro arco parlamentario, sin duda, no nos representan.
Para saber más…
La Fundación Jérôme Lejeune realiza una fabulosa actividad en defensa de los afectados por el Síndrome de Down. www.fundacionlejeune.es

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